jueves, 19 de enero de 2012

Bienvenidos a la democracia bananera española

Sol, playa y en la arena… urbanización.  Así comienza la corrupción del siglo XXI y la encantadora lacra del Estado español en la crisis de hoy en día. La aguja de la crisis reventó la burbuja inmobiliaria heredada de la época en que se construía más de lo que se podía vender. Pero como dijo el recién fallecido Manuel Fraga, Spain is different y por tanto pensábamos que la economía no iba a dejar nunca de subir. Mientras hubiera dinero en ese momento, el futuro ya vendrá aunque tengamos que comernos hasta las vacas flacas.

Pero la pillería española no acabó en el ladrillo y su especulación. Los políticos vieron la enorme cantidad de dinero que se movía y buscaron meter el hocico. A partir de ese momento empezó una sospechosa oleada de recalificación de terrenos que acabó con poco menos que edificios submarinos, invadiendo la costa y destruyendo el patrimonio natural de nuestras playas. Pero, ¿por qué no? el ser humano tiene que abrir fronteras y gracias al cemento ya tiene suelo sobre las que construirlas. El mar es demasiado grande y debería compartir. Así llegaron personas como Julián Muñoz, ex alcalde de Marbella, quien además pensó: Si soy capaz de sacar dinero hasta de los ladrillos también podré de las cuentas del Ayuntamiento. Y así comenzó el caso más grande de corrupción en nuestro país, el caso Malaya, que ha arrastrado a numerosos cargos políticos e incluso célebres tonadilleras.

Y la espiral continuó. Pero además se fue devaluando con el tiempo. Robar de un ayuntamiento para colocar una obra de arte encima del váter tiene clase, pero aceptar sobornos en forma de trajes o utilizar el dinero de los ERE para comprar cocaína empieza a sonar un tanto ridículo. Pero no sólo la gente normal, como nos llaman, se ve salpicada por estos escándalos. Aquellos de sangre azul que navegan por las aguas de Mallorca también se ven salpicados por la ola de la corrupción. Iñaki Urdangarín, ex jugador de balonmano y marido de la Infanta Cristina, decidió que la labor que llevaba a cabo era merecedora de unos ingresos extra y que lo mejor era no molestar a nadie y cogerlos por su cuenta.

España, el país de la pandereta, de los toros y del flamenco se ha convertido además en el paraíso de la corrupción. ¿Quiere un apartamento en primera línea de ciudad (porque los edificios ahora vienen desde la playa), tanta droga como quiera y protección fiscal? Pues venga a España, pues quizás incluso le den un cargo político o un trabajo en la televisión.

Promesas rotas desde enero

Se cumple un mes desde la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. El elegido por los españoles para  rescatar al país de la crisis, empieza a verse superado por la situación. Demostrado queda que el líder del Partido Popular se ha acomodado en la oposición, donde se piensan más críticas que soluciones.

Lo fácil, y lo propagandístico, era criticar la ineficiencia de la administración socialista frente a una crisis con aparente fácil solución. Durante dos legislaturas, el PP de Rajoy se ha dedicado a alimentarse del cadáver económico en que se ha convertido España hasta hacerse fuerte. Desde que se inició el periodo democrático, el país ha sido predominantemente socialista lo que hace aún más desesperado el mensaje que lanza la población a la política. Necesitamos una salida, y no importa quien la lleve cabo. En este panorama, el pueblo español ha otorgado la mayoría absoluta al Partido Popular a fin de que lleve a cabo unas medidas que prometían arreglar la situación de una forma rápida, efectiva y sin un excesivo castigo a los contribuyentes.
Llegadas las elecciones, el Partido Popular se presentó con unas medidas buenas y atractivas, y por supuesto con la consigna de no subir los impuestos. Los españoles lo queremos todo, y lo queremos barato. Las urnas llevaron a Mariano Rajoy y su ilusionante proyecto a la Moncloa, de donde parece no querer salir ni para hacer declaraciones. Resulta que nuestro gran salvador, nuestro líder y nuestro guía, se limita a gritar por la ventana que no puede cumplir sus promesas para luego esconderse debajo de la cama. No está dando la cara, y si no lo hace es porque sabe que puede acabar roja, y no sólo por la vergüenza de no llevar a cabo su programa electoral.

Y llegó enero. Habiendo pasado sólo un mes  el balance ya se presenta muy negativo en el saldo de promesas. Ha subido los impuestos, el IRPF, el IBI, se plantea poner en marcha la tasa Tobin… es decir, todo lo que llevaba en su campaña. Y lo llevaba porque era de esperar, porque los milagros no existen y porque son las medidas que habría tomado cualquier gobierno. Estamos en una situación en la que no hay victoria sin sacrificio, pero hay que informar previamente del mismo.
Señor presidente, tome las riendas, sea sincero con el país. Los españoles somos conscientes de la crudeza de la situación, pero para dar todo de nosotros necesitamos un líder sincero, competente y eficaz. Tiene la oportunidad de lograr algo grande, España saldrá de la crisis remando y puede ser con usted como capitán, o amotinados.