La despechada

Solo. Así debe sentirse el extesorero del Partido Popular Luis Bárcenas. Entregó su confianza, lealtad y discreción al grupo popular durante veinte años en los que se dedicó a lavar la ropa. Una colada aparentemente tan sucia y numerosa, que ni siquiera se atrevieron a despedirlo cuando ya no le consideraron necesario. Destapadas unas cuentas suizas en las que llegó a almacenar 22 millones de euros, buscó protección en la regularización, que no amnistía, fiscal. Sus antiguos compañeros le dieron la espalda. Quizá creyeron cuando prescindieron de él que todo lo que ocultó moriría con él. Confiados.

Lo que quedó de una relación tan sufrida y dolorosa fue un pobre tesorero que únicamente pudo abrazarse, presuntamente, a los pocos meses a un protector "El País". A pesar de que el caballeroso medio nunca sacó a relucir su relación, Bárcenas vio con tristeza cómo cargaba contra él ante la opinión pública.

Traicionado por todos, y querido en público por nadie, decidió relajarse en una rural y sencilla localidad del Pirineo Catalán conocida como Baqueira. A su vuelta al mundo descubrió que no sólo todos renegaban de él sino que habían emprendido acciones legales contra su persona. Con lo que él había hecho por todos.

Ante estas muestras de hostilidad por parte de sus ex, tanto la prensa como el PP, Bárcenas no pudo hacer otra cosa sino explotar. Quizá muchos se pregunten a quién está dirigida esa peineta que le vimos ayer. Me aventuro a pensa que es para todos, para la prensa por utilizarle en su guerra contra el Gobierno, para los populares, que reniegan de toda relación con los recuerdos que él conserva y sobre todo para el universo, que se ensaña con un hombre que sólo necesitaba apoyo.

Luis Bárcenas, seguramente el personaje más importante del año, se rebela. Cuando pienso en su situación no puedo evitar que se me venga una frase popular a la cabeza, y que debería tener en cuenta cualquiera que tenga algo que ocultar, y es que "no hay mayor peligro, que una mujer despechada".